Januka Sameaj

חנוכה – Jánuca

La Historia de Jánuca

Bajo Dominio Sirio Fue en la época del Segundo Gran Templo en Jerusalén, hace casi veintidós siglos, cuando tuvieron lugar los eventos que conmemoramos año tras año en Jánuca.

El pueblo judío había regresado a la Tierra de Israel del Exilio Babilónico, y reconstruido el Gran Templo. Pero siguieron sometidos a diversos poderes imperiales. Primero el persa, y más tarde los ejércitos conquistadores de Alejandro Magno.

Con la muerte de Alejandro, su vasto imperio fue repartido entre sus generales. Tras una lucha por el poder que abarcó a todas las naciones del Medio Oriente, Israel se encontró bajo el dominio de la dinastía seléucida, reyes griegos que reinaban desde Siria.

Alejandro se inclina ante el Sumo Sacerdote

El Talmud cuenta que cuando Alejandro Magno y sus legiones conquistadoras avanzaron sobre Jerusalén, fueron recibidos por una delegación de ancianos lideriados por Shimón “el Justo”, el Sumo Sacerdote. Cuando Alejandro vio acercarse a Shimón, bajó de su caballo y se arrodilló ante el Sabio judío.

Alejandro explicó a sus sorprendidos hombres que cada vez que salía a la batalla, tenía una visión. Un hombre muy parecido al Sumo Sacerdote conducía sus tropas a la victoria.

Como muestra de gratitud, y con un profundo respeto por el poder espiritual de los judíos, Alejandro fue un gobernante bondadoso y generoso. Canceló los impuestos judíos durante los Años Sabáticos cuando el trabajo agrícola queda suspendido por orden bíblica, y hasta ofreció animales para ser ofrendados en su beneficio en el Gran Templo. Desafortunadamente, la historia habría de mostrar que los herederos de Alejandro no sabrían sostener su benevolencia.

¡AQUÍ SUCEDIÓ UN GRAN MILAGRO!

¿Cuál es el gran milagro que el Dreidel y la fiesta conmemoran? Se ha proclamado que después de que los macabeos ganaron su apabullante victoria militar sobre los invasores griegos de Israel limpiaron el Templo. Al hacerlo, necesitaron encender la Menorá (un candelabro en el Templo). Los macabeos sólo tenían suficiente del aceite adecuado para que ardiese durante un día. El milagro que es recordado es la historieta de cómo las luces estuvieron encendidas durante ocho días dándoles el tiempo suficiente para completar la celebración y producir más aceite para el Templo.

En los días de Matitiahu, hijo de lojanán el Sumo Sacerdote, el Jashmonaí y sus hijos, cuando el malvado reino helenico se levantó contra Tu pueblo Israel para hacerles olvidar Tu Torá y ‘violar los decretos de Tu voluntad. Pero Tú, en Tus abundantes misericordias, Te erigiste junto a ellos en su momento de aflicción. Libraste sus luchas, defendiste sus derechos y vengaste el mal que se les había infligido. Entregaste a poderosos en manos de débiles, a numerosos en manos de pocos, a impuros en manos de puros, a malvados en manos de justos y a pecadores deliberados en manos de aquellos dedicados a Tu Torá. Y para Ti hiciste un nombre grande y santo en Tu mundo, y para Tu pueblo Israel efectuaste una inmensa salvación y redención hasta este día. Luego Tus hijos entraron al santuario de Tu Casa, limpiaron Tu Templo, purificaron Tu Santuario, encendieron luces en Tus sagrados atrios, y fijaron estos ocho días de Janucá para agradecer y alabar Tu gran Nombre.

Hace más de 2000 años, hubo una época en que la tierra de Israel formaba parte del Imperio sirio, siendo gobernada por la dinastía de los Seléucidas. Antioco III, rey de Siria, estaba en guerra con el rey Tolomeo de Egipto por el dominio de la tierra de Israel.

Antioco III resultó vencedor en la batalla y anexó la tierra de Israel a su imperio. Al comienzo de su reinado se mostró favorablemente dispuesto hacia los judíos y les acordó ciertos privilegios.

Más adelante, sin embargo, cuando fue derrotado por los romanos y éstos lo obligaron a pagar elevados gravámenes, la pesada carga recayó sobre los diversos pueblos que conformaban su imperio, a los que obligó a proporcionarle el oro cuyo pago le habían impuesto los romanos. Tras la muerte de Antioco le sucedió en el trono su hijo Seleuco IV, quien oprimió aún más a los judíos.

A las dificultades externas debían sumársele los peligros que amenazaban al judaísmo desde su fuero interno. La influencia de los helenistas (aquellos que aceptaban la idolatría y la forma de vida de los sirios) iba en constante aumento.

El Sumo Sacerdote Iojanán entrevió la gravedad del peligro que significaba para el judaísmo la penetración de la influencia Siria en Palestina. Ello, debido a que, contrariamente al ideal de belleza exterior que idolatraban los sirios, el judaísmo sustenta el ideal de la verdad y la pureza de orden moral, colocándolo por encima de cualquier armonía física y material, tal como lo ordena Elohim en Su sagrada Torá.

El pueblo judío jamás podrá renunciar a su fe en Elohim, para aceptar la idolatría de los sirios y los griegos. Por eso, Iojanán se oponía a todo intento por parte de los helenistas judíos en introducir las costumbres griegas y sirias en su territorio. Indudablemente, tal enérgica oposición debía, tarde o temprano, devenir en algún desastre. Y así fue: los helenistas lo aborrecían, y uno de ellos informó al comisionado del rey que en el tesoro del Beit Hamikdash -Templo había gran cantidad de riquezas.

Estas riquezas del Templo estaban formadas por los dineros del “medio Shekel” con que todo judío adulto contribuía anualmente. Dicha contribución estaba destinada a solventar los sacrificios que se ofrecían en el altar, así como para la conservación y el mejoramiento del edificio del Templo.

Otra parte del tesoro estaba formada por el fondo de los huérfanos, dinero que ellos habían heredado y que se depositaba allí hasta que cumplieran su mayoría de edad.

Seleuco necesitaba dinero para pagar a los romanos y éste estaba en el Templo. Sin pensarlo muy detenidamente envió a su ministro Heliodoro a retirar el dinero del tesoro del Templo.

En vano le rogó el Gran Sacerdote Iojanán que no lo hiciera. Heliodoro no le prestó atención y atravesó la puerta del Templo; pero al punto palideció de miedo, se desmayó y cayó al suelo. Cuando recobró el sentido, ya no se atrevió a entrar de nuevo.

El “Loco”

Antíoco hasta llegó a proclamarse Elohim a sí mismo, tomando el nombre de “Antíoco Epifanes” – el divino. Pero incluso sus propios seguidores se burlaban de él, llamándolo “Antíoco Epimanes” – el loco.

Poco tiempo después, Seleuco fue asesinado, y su hermano Antioco IV comenzó a reinar en Siria. Antioco IV era un tirano de carácter arrebatado e impetuoso, desdeñoso de la religión y de los sentimientos ajenos.

Fue llamado “Epitanes”, que quiere decir “el amado de los Elohimes”, tal como varios reyes sirios recibieron títulos semejantes. Sin embargo, un historiador de aquella época, Polibio, le aplicó el mote de “Epitanio” -que significa “loco” – como más apropiado al carácter del despiadado y cruel monarca.

En su deseo de unificar a su reino mediante la implantación de una religión y una cultura comunes para todos sus súbditos, Antíoco trató de desarraigar el individualismo de los judíos al reprimir todas sus costumbres.

Destituyó al ortodoxo y virtuoso Gran Sacerdote Iojanán, e instalo en su lugar a su hermano Josué, quien se complacía en hacerse llamar por el nombre griego de Jason, pues pertenecía al grupo de los helenistas.

Josué se valió de su alta investidura para difundir aún más las costumbres griegas entre los demás sacerdotes.

Josué o Jasón fue reemplazado posteriormente por otro hombre, Menelao, quien le había prometido al rey conseguirle más dinero que Jasón. Cuando Iojanán, el antiguo Sumo Sacerdote, protestó por la difusión de la influencia helenista en el Sagrado Templo, el nuevo Sumo Sacerdote lo hizo asesinar.

Entretanto, Antioco estaba librando una exitosa guerra contra Egipto. Sin embargo, mensajeros llegados de Roma le ordenaron cesar la lucha. Antioco tuvo que someterse a la voluntad de Roma y abandonar la contienda.

En Jerusalén había cundido el rumor de que Antioco habia sufrido un grave accidente en la batalla y al creerlo muerto el pueblo se rebeló contra Menelao. El traicionero Sumo Sacerdote se vio obligado a huir junto a sus amigos.

Los Mártires

Antioco regresó de Egipto furioso porque los romanos habían puesto trabas a sus ambiciones. Cuando se enteró de lo ocurrido en Jerusalén, lanzó todo su ejército sobre los judíos. Miles de ellos fueron muertos.

Inmediatamente, dictó una serie de severos decretos contra los judíos en los que se les prohibió la práctica de su culto; en adición a ello, los pergaminos de la Ley fueron confiscados y quemados.

El descanso sabático -Shabat-, la circuncisión -Brit Milá- y las leyes del ayuno, fueron prohibidos bajo pena de muerte.

La serie de atrocidades cometidas incluyó el que a uno de los más respetados ancianos de aquella generación, Rabí Eleazar, de 90 años, los servidores de Antioco le ordenaron que comiera carne de cerdo, para que los demás hicieran lo mismo.

Cuando el anciano se rehusó, le sugirieron que se llevara la carne hasta los labios para simular que la comía. Pero Rabí Eliezer se negó también a eso, y fue asesinado salvajemente. Hubo otros miles de judíos que, del mismo modo, sacrificaron sus vidas.

La famosa historia de Jana y sus siete hijos tuvo lugar en esa época. Los hombres de Antioco iban de pueblo en pueblo y de aldea en aldea para obligar a sus habitantes a adorar a los ídolos paganos. Solo quedó una zona de refugio, los montes de Judea con sus cuevas. Pero aún hasta allí persiguieron los sirios a los fieles judíos y muchos fueron los que ofrendaron sus vidas como mártires.

Matitiahu

Cuando los griegos llegaron a la ciudad de Modi’in (una ciudad a unos 27 kms de Jerusalén), levantaron un altar y ordenaron a los judíos para que vinieran y sacrificaran un cerdo. Matatías, un viejo sacerdote, estaba enfurecido por este acontecimiento. Como sacerdote, Matatías iba a ser la primera persona requerida para hacer este sacrificio.

Cuando el oficial sirio mandó construir un altar en la plaza pública de la aldea y exigió a Matitiahu que ofrendara sacrificios a los Elohimes griegos, éste replicó:  ¡Mis hijos, mis hermanos y Yo estamos decididos a permanecer fieles al pacto que Elohim hizo con nuestros antepasados! De inmediato se aproximó al altar un judío helenista con la intención de ofrecer un sacrificio.

Matatías rechazó valientemente ofrecer un sacrificio a Zeus e hizo un discurso conmovedor contra la adoración pagana llamando a los judíos a la solidaridad y la fe.

Cuando un feligrés salió hacia delante para sacrificar el cerdo en obediencia al mandato de los invasores paganos, Matatías mató al pobre judío infiel pobre de espíritu y atacó a los soldados.

Matitiahu empuñó una espada y lo mató. Los hijos y amigos de Matitihu se arrojaron sobre los oficiales y soldados sirios. Luego de perseguir a los demás, se dedicaron a destruir el altar.

¡En ese momento comenzó la revolución! Matatías y sus cinco hijos sometieron a los griegos a una guerra de guerrillas para alcanzar la independencia de Israel.

Matitiahu sabia que Antioco se enfurecería cuando supiera lo que había sucedido, y seguramente enviaría a sus esbirros para castigarlo a él y los suyos. Por lo tanto, abandonó la aldea de Modiín y huyó con sus hijos y amigos a los montes de Judea. Todos los judíos leales y valientes se les unieron.

Formaron legiones, que cada tanto abandonaban sus escondites para lanzarse sobre destacamentos y avanzadas de los enemigos, y para destruir los altares paganos que se erigían por orden de Antioco.

Los Macabeos

Antes de morir, Matitiahu reunió a sus hijos y los instó a continuar la lucha en defensa de la Torá de Elohim. Les pidió que siguieran los consejos de su hermano Shimón “el Sabio”, y que en la lucha reconocieran como jefe a Iehudá “el Fuerte”.

Iehudá era llamado “El Macabeo”, palabra compuesta por las primeras letras de las cuatro palabras hebreas “Mi Camoja Ba’elim Hashem” -‘¿Quién es como Tú entre los poderosos oh Elohim?’-.

Antioco envió a su general Apolonio para eliminar a Iehuda y a su gente, los Macabeos. Aunque superaban en número y en equipo bélico a sus adversarios, los sirios fueron derrotados por los Macabeos.

Antioco despachó entonces otra expedición, la que también fue derrotada. Finalmente comprendió que solo con un poderoso ejército podía aspirar a derrotar a Iehuda y a sus bravos combatientes.

Un ejército de más de 40.000 hombres recorrió el territorio bajo el mando de dos comandantes: Nicanor y Gorgiash. Cuando la noticia llegó hasta Iehuda, éste y sus hermanos exclamaron:

¡Luchemos hasta la muerte en defensa de nuestras almas y de nuestro Templo!

El pueblo se reunió en Mizpá – lugar donde antaño el profeta Samuel había elevado sus preces a Elohim-. Al cabo de una serie de batallas, la guerra fue ganada por los Macabeos.

La Consagración

Los Macabeos regresaron a Jerusalén y la liberaron. Entraron en el Templo y lo limpiaron de los ídolos colocados allí por los vandálicos sirios.

Iehudá y los suyos erigieron un nuevo altar y lo consagraron en el vigésimo quinto día del mes de Kislev del año 3622 (138 antes de la E. C).

La Menorá -Candelabro- de oro habia sido robada por los sirios, por lo que los Macabeos hicieron una nueva de un metal menos noble.

Cuando quisieron encendería, solo encontraron una pequeña redoma de aceite puro de oliva que continuaba cerrada con el sello del Sumo Sacerdote Iojanán.

Este alcanzaba solo para un día; pero por un milagro de Elohim, siguió ardiendo durante ocho días, hasta que se pudo elaborar más aceite.

El milagro demostró que Elohim había tomado nuevamente a Su pueblo bajo Su protección. En recuerdo a este milagro, nuestros sabios fijaron como festividad los ocho días de Janucá, constituyéndose éstos en ceremonia anual de agradecimiento eterno por medio del encendido de las velas.

198 a. C.: ejércitos del rey seléucida Antíoco III el Grande expulsan a Ptolomeo V Epifanes de Judea y Samaria.
175 a. C.: Antíoco IV Epifanes asciende al trono seléucida.
168 a. C.: bajo el reinado de Antíoco IV, el templo es saqueado, los judíos son masacrados, y el judaísmo es declarado ilegal.
167 a. C.: Antíoco ordena la construcción de un altar a Zeus en el Templo de Jerusalén. Matatías, y sus cinco hijos, lideran una rebelión en su contra. Judah, hijo de Matatías, se hace conocido como Judah haMacabí (Judas el Martillero).
166 a. C.: Matatías muere, y Judah toma su lugar como líder de la revuelta. Comienza el Reino Hasmoneo, que dura hasta el 63 a. C.
165 a. C.: la revuelta judía contra el monarca seléucida triunfa. El Templo es liberado y rededicado. Nace la festividad de Janucá.

¿Qué significado tiene la palabra Janucá?

Tiene varias acepciones. Janucá en hebreo significa inauguración y se refiere a la re-inauguración del Templo por los judíos, luego que fuera profanado por los griegos. También la palabra Janucá alude a Jinuj que significa educación -una verdadera educación en Torá y Mitzvot.

¿Por qué jugamos con una perinola?

Porque la perinola, llamada sevivón en hebreo y dréidel en Idish, nos recuerda los tiempos en que los soldados helenos vigilaban que los niños no estudiaran la Torá. Los que contravenían esta orden, disimulaban ante los soldados que venían a cerciorarse de que la orden del rey Antíoco se cumpliera y se ponían a jugar con una perinola similar a la que ahora conocemos como sevivón.

Dreidel

Dreidels en un mercado de Jerusalén.

El dreidel, o sevivon en hebreo es una perinola de cuatro lados con la que los niños acostumbran a jugar en Janucá. Esta perinola de Janucá tiene cuatro caras, cada una de ellas con una letra en hebreo:

Las cuatro letras son las siglas de Nes gadol haia sham, lo que quiere decir: ‘Un gran milagro ocurrió allá’. En Israel la cuarta letra suele ser פ en vez de ש, y las siglas son de Nes gadol haia po, lo cual se traduce como ‘Un gran milagro ocurrió aquí’.

Un dreidel marcando la letra Guímel.

En muchos hogares judíos se acostumbra a jugar con el dreidel después de encender la janukiá. Cada jugador comienza con unas 10 o 15 monedas (es común utilizar monedas de chocolate), nueces, pasas, caramelos u otras golosinas, y coloca una golosina en el «pozo». Se hace girar el dreidel, y se gana o se pierde según la letra que salga, según palabras en idish:

  • Nun–nisht, ‘nada’–no pasa nada, y es el turno del siguiente jugador
  • Guimel–gants, ‘todo’–el jugador se lleva todo el pozo
  • He–halb, ‘mitad’–el jugador toma la mitad del pozo, redondeando para arriba si hay un número impar
  • Shin–shtel ayn, ‘poner’–el jugador pone una golosina en el pozo

¿Por qué los macabeos se llaman así?

Los hijos de Matatías (Matitiahu) eran llamados los Jasmoneos. Uno de ellos, Yehudá (Judá) recibió el apelativo de Macabeo (Macabi). Esta fue la palabra que llevaron los macabeos en sus escudos. En realidad la palabra MaCaBI compuesta por las letras Mem, Cav, Bet y Yud, es el acrónimo hebreo del slogan bíblico “Mi Camoja baelim Ado-nai” ¡Nadie es tan grande como tú,Elohim.

¿Por qué encendemos la Janukiá después de oscurecer?

Nuestras leyes establecen que se haga así, para que el alma judía no se desespere ante la oscuridad y recuerde que sólo basta un poquito de luz para disipar mucha oscuridad.

¿Por qué el shamash se coloca por encima de las velas de Janucá?

Las velas de Janucá son sagradas, y entre ellas no se cuenta el shamash (vela piloto), que sirve sólo para prenderlas. Esto nos enseña que aquella persona que se esfuerza por “alumbrar” a los demás espiritualmente, a la larga también asciende en su propia espiritualidad.

El shamash no cuenta entonces entre las luminarias de Janucá, por lo que de hecho, la primera noche se encienden dos luminarias (el shamash y la primera luminaria), el segundo día se encienden tres, y así sucesivamente. En total, al finalizar los ocho días, se encendieron 44 luminarias (36 sin contar el shamash).

GUIA PARA JANUKA:

1. Ubicación de las velas:

a. Se debe procurar colocar las velas dentro de los 10 centímetros cercanos a la puerta y del lado izquierdo, para así estar encerrado con la mitzvá de Mezuzá a la derecha y las velas a la izquierda. O en una ventana

b. Las velas deben colocarse a una altura superior a los 30 cm del piso.

c. Cualquier tipo de aceite es apto para encender las velas de Jánuca, pero lo más apropiado es hacerlo con aceite de oliva, puesto que con él sucedió el milagro. Hoy en día se pueden usar también velas.

d. Es necesario poner el aceite suficiente para que queden encendidas por lo menos media hora.

2. Encendido de las velas

a. El horario del encendido de las velas es a partir de la salida de las estrellas (aprox. 40 minutos después de la puesta del sol), y no antes, debiéndose tratar de prenderlas apenas llegada la hora. En la víspera de Shabat se encienden las velas de Jánuca antes que las velas de Shabat, debiéndose poner suficiente aceite para que queden encendidas hasta media hora después de la salida de las estrellas. La noche de Shabat hacemos Havdalá antes de encender las velas de Jánuca.

¿Quién debe encenderlas?

En cada casa debe de haber por lo menos una Menorá o Janukia. También el shamash (cuidador) acostumbra a encender una Janukia en la Sinagoga. Todos los miembros de la familia deben presenciar el encendido de la Menorá. Haga que sus niños enciendan sus propias velas de Jánuca y todas las niñas sus velas de Shabat. Las personas que no viven con sus familias deben encender la Menorá en sus propios cuartos o viviendas.

3. Orden del encendido de las velas

La primera noche se comienza a encender la vela que está más a la derecha de la Janukia, y en la segunda noche cuando se agrega otra vela al lado, se comienza de ella a encender y se continúa encendiendo de izquierda a derecha. Así también en las noches sucesivas, se comienza de la agregada y se sigue encendiendo de izquierda a derecha.

Las velas o mechas deben estar en linea recta, no en circulo y tampoco una más alta o más baja que el resto.

4. Berajot sobre las velas

a. En la primera noche de Jánuca se dicen tres berajot :

1. “Lehadlik”

Baruj ata A-donai, elo-henu melej haolam, asher kideshanu bemitzvotav, vetzivanu lehadlik ner Jánuca

Bendito eres Tú, oh Eterno, Elohim nuestro, Rey del Universo, que nos santificaste con Tus preceptos y nos ordenaste las luces de Jánuca.

2. “Sheasá nisim”

Baruj ata A-donai, elo-henu melej haolam, sheasá nisim laavotenu baiamim hahem bazeman hazé.

Bendito eres Tú, oh Eterno, Elohim nuestro, Rey del Universo, que obraste milagros con nuestros padres en tiempos pasados, en esta época.

3. “Shehejeianu”.

Baruj atá A-donai, elo-henu melej haolam, shehejeianu beki-iemanu, vehiguianu lazeman hazé.

Bendito eres Tú, oh Eterno, Elohim nuestro, Rey del Universo, que nos preservaste la vida, nos conservaste y nos permitiste llegar a este tiempo.

b. A partir de la segunda noche de Jánuca en adelante, se recitan solamente dos berajot:                               1. “Lehadlik”; 2. “Sheasá nisim”.

Se leen Salmos 30, 67 y 91.

Pasajes

Dentro de los libros Deuterócanonico se encuentra 1 Macabeos 4:53-54 y 2 Macabeos 10:5

5. Si se apagan las velas

a. Si se encendieron las velas y se apagaron accidentalmente antes de transcurrir la media hora en la cual deben quedar encendidas, si se habían colocado en un lugar donde había viento, deberá volverse a encenderlas, pero sin berajá. Pero si las velas estaban en lugar donde no había viento y ocurrió un percance y se apagaron, no hay obligación de volverlas a encender.

Lugar del encendido:

Hay quiénes colocan la janukia en el umbral de la entrada de la casa del lado izquierdo. Otros lo hacen en la ventana que está dirigida hacia la vía publica para que sea vista por la gente. Por que lo fundamental del precepto del encendido es: expansión del milagro, es por eso que se deben colocar las velas en un lugar de vista al público. Es conveniente encenderlas luego de la salida de las estrellas, cuando muchos aún están en las calles. Por este motivo, “Estas velas son sagradas todos los ocho días de Jánuca, no esta permitido hacer cualquier uso con ellas, sólo mirarlas con el fin de poder agradecer”, y expandir el milagro. Es por eso que se agregan a las velas un “shamash” – una vela adicional – con la cual encendemos las demás velas.

¿Con qué se enciende?

Es preferible encender con aceite de oliva, en recuerdo del milagro pero también es posible hacerlo con velas de cera.

Nosotros festejamos 8 días de Jánuca porque:

1 El primer día también se lo consideró milagro por haber ganado a los Griegos a pesar de ser menos y más débiles.

2 Fue un milagro haber encontrado aceite puro del Kohén Gadol.

3 El aceite que encontraron lo dividieron en 8 días. Como era poca cantidad alcanzaría sólo para una hora, pero milagrosamente en los 8 días las velas ardieron toda la noche.

4- Cuando pusieron el aceite en el candelabro, el recipiente quedó lleno como si no se hubiera usado. Esto ya se vio desde el primer día.

5- Las velas del candelabro, ardían toda la noche y a la mañana siguiente el aceite estaba completo para volver a prenderlas.

6 Los Griegos prohibieron la circuncisión. Cuando los derrotaron, fue tan grande la alegría de poder realizar esta mitzvá que decretaron a este día festivo, sumando en total 8 días.

7 La primera noche hicieron mechas finitas y pusieron poco aceite para que alcanzara para los 8 días. A pesar de esto la luz no disminuyó y brillo normalmente.

8 Los Griegos querían sacar de los corazones judíos su fe en D”s. Que es quien maneja a todo el mundo, imponiendo la ideología que todo era de la naturaleza.

===================================================================================================

Capítulo 7: 2 Macabeos 7

El martirio de siete hermanos y de su madre
7 1 También fueron detenidos siete hermanos, junto con su madre. El rey, flagelándolos con azotes y tendones de buey, trató de obligarlos a comer carne de cerdo, prohibida por la Ley.
2 Pero uno de ellos, hablando en nombre de todos, le dijo: “¿Qué quieres preguntar y saber de nosotros? Estamos dispuestos a morir, antes que violar las leyes de nuestros padres”.
3 El rey, fuera de sí, mandó poner al fuego sartenes y ollas, 4 y cuando estuvieron al rojo vivo, ordenó que cortaran la lengua al que había hablado en nombre de los demás, y que le arrancaran el cuello cabelludo y le amputaran las extremidades en presencia de sus hermanos y de su madre.
5 Cuando quedó totalmente mutilado, aunque aún estaba con vida, mandó que lo acercaran al fuego y lo arrojaran a la sartén. Mientras el humo de la sartén se extendía por todas partes, los otros hermanos y la madre se animaban mutuamente a morir con generosidad, diciendo : 6 “El Señor Dios nos está viendo y tiene compasión de nosotros, como lo declaró Moisés en el canto que atestigua claramente: ‘El Señor se apiadará de sus servidores’”.
7 Una vez que el primero murió de esta manera, llevaron al suplicio al segundo. Después de arrancarle el cuero cabelludo, le preguntaron: “¿Vas a comer carne de cerdo, antes que sean torturados todos los miembros de tu cuerpo?”.
8 Pero él, respondiendo en su lengua materna, exclamó: “¡No!”. Por eso, también él sufrió la misma tortura que el primero.
9 Y cuando estaba por dar el último suspiro, dijo: “Tú, malvado, nos privas de la vida presente, pero el Rey del universo nos resucitará a una vida eterna, ya que nosotros morimos por sus leyes”.
10 Después de este, fue castigado el tercero. Apenas se lo pidieron, presentó su lengua, extendió decididamente sus manos 11 y dijo con valentía: “Yo he recibido estos miembros como un don del Cielo, pero ahora los desprecio por amor a sus leyes y espero recibirlos nuevamente de él”.
12 El rey y sus acompañantes estaban sorprendidos del valor de aquel joven, que no hacía ningún caso de sus sufrimientos.
13 Una vez que murió este, sometieron al cuarto a la misma tortura y a los mismos suplicios.
14 Y cuando ya estaba próximo a su fin, habló así: “Es preferible morir a manos de los hombres, con la esperanza puesta en Dios de ser resucitados por él. Tú, en cambio, no resucitarás para la vida”.
15 En seguida trajeron al quinto y comenzaron a torturarlo.
16 Pero él, con los ojos fijos en el rey, dijo: “Tú, aunque eres un simple mortal, tienes poder sobre los hombres y por eso haces lo que quieres. Pero no creas que Dios ha abandonado a nuestro pueblo.
17 Espera y verás cómo su poder soberano te atormentará a ti y a tu descendencia”.
18 Después de este trajeron al sexto, el cual, estando a punto de morir, dijo: “No te hagas vanas ilusiones, porque nosotros padecemos esto por nuestra propia culpa; por haber pecado contra nuestro Dios, nos han sucedido cosas tan sorprendentes.
19 Pero tú, que te has atrevido a luchar contra Dios, no pienses que vas a quedar impune”.
20 Incomparablemente admirable y digna del más glorioso recuerdo fue aquella madre que, viendo morir a sus siete hijos en un solo día, soportó todo valerosamente, gracias a la esperanza que tenía puesta en el Señor.
21 Llena de nobles sentimientos, exhortaba a cada uno de ellos, hablándoles en su lengua materna. Y animando con un ardor varonil sus reflexiones de mujer, les decía: 22 “Yo no sé cómo ustedes aparecieron en mis entrañas; no fui yo la que les dio el espíritu y la vida ni la que ordenó armoniosamente los miembros de su cuerpo.
23 Pero sé que el Creador del universo, el que plasmó al hombre en su nacimiento y determinó el origen de todas las cosas, les devolverá misericordiosamente el espíritu y la vida, ya que ustedes se olvidan ahora de sí mismos por amor de sus leyes”.
24 Antíoco pensó que se estaba burlando de él y sospechó que esas palabras eran un insulto. Como aún vivía el más joven, no sólo trataba de convencerlo con palabras, sino que le prometía con juramentos que lo haría rico y feliz, si abandonaba las tradiciones de sus antepasados. Le aseguraba asimismo que lo haría su Amigo y le confiaría altos cargos.
25 Pero como el joven no le hacía ningún caso, el rey hizo llamar a la madre y le pidió que aconsejara a su hijo, a fin de salvarle la vida.
26 Después de mucho insistir, ella accedió a persuadir a su hijo.
27 Entonces, acercándose a él y burlándose del cruel tirano, le dijo en su lengua materna: “Hijo mío, ten compasión de mí, que te llevé nueve meses en mis entrañas, te amamanté durante tres años y te crié‚ y eduqué‚ dándote el alimento, hasta la edad que ahora tienes.
28 Yo te suplico, hijo mío, que mires al cielo y a la tierra, y al ver todo lo que hay en ellos, reconozcas que Dios lo hizo todo de la nada, y que también el género humano fue hecho de la misma manera.
29 No temas a este verdugo: muéstrate más bien digno de tus hermanos y acepta la muerte, para que yo vuelva a encontrarte con ellos en el tiempo de la misericordia”.
30 Apenas ella terminó de hablar, el joven dijo: “¿Qué esperan? Yo no obedezco el decreto del rey, sino las prescripciones de la Ley que fue dada a nuestros padres por medio de Moisés.
31 Y tú, que eres el causante de todas las desgracias de los hebreos, no escaparás de las manos de Dios.
32 Es verdad que nosotros padecemos a causa de nuestros propios pecados; 33 pero si el Señor viviente se ha irritado por un tiempo para castigarnos y corregirnos, él volverá a reconciliarse con sus servidores.
34 Tú, en cambio, el más impío e infame de todos los hombres, no te engrías vanamente ni alientes falsas esperanzas, levantando tu mano contra los hijos del Cielo, 35 porque todavía no has escapado al juicio del Dios todopoderoso que ve todas las cosas.
36 Nuestros hermanos, después de haber soportado un breve tormento, gozan ahora de la vida inagotable, en virtud de la Alianza de Dios. Pero tú, por el justo juicio de Dios, soportarás la pena merecida por tu soberbia.
37 Yo, como mis hermanos, entrego mi cuerpo y mi alma por las leyes de nuestros padres, invocando a Dios para que pronto se muestro propicio con nuestra nación y para que te haga confesar, a fuerza de aflicciones y golpes, que él es el único Dios.
38 ¡Ojalá que se detenga en mí y en mis hermanos la ira del Todopoderoso, justamente desencadenada sobre todo nuestro pueblo!”.
39 El rey, fuera de sí y exasperado por la burla, se ensañó con este más cruelmente que con los demás.
40 Así murió el último de los jóvenes, de una manera irreprochable y con entera confianza en el Señor.
41 Finalmente murió la madre, después de todos sus hijos.
42 Pero basta con esto para informar acerca de los banquetes rituales y de la magnitud de los suplicios.
LA REBELIÓN DE JUDAS MACABEO Y LA PURIFICACIÓN DEL TEMPLO DE JERUSALÉN
El relato muestra, en un tercer acto, cómo la ira del Señor se cambia en misericordia, gracias al sacrificio de los mártires judíos. Judas Macabeo organiza la resistencia y combate triunfalmente contra los enemigos de su Pueblo. Antíoco IV, el profanador del Templo, fracasa en su intento de saquear otro santuario y muere en medio de terribles dolores, reconociendo el poder del Señor que le había infligido un justo castigo (9. 1-29). Judas, por su parte, purifica el Templo profanado y promulga un decreto instituyendo la fiesta de la Dedicación (10. 1-8), a la que se refieren las Cartas que figuran al comienzo del Libro.

Janukiya dredils copas de aceite